La utopía de los partidos
Desde hace algunas décadas se viene proponiendo y fundamentando la idea de que las ideologías y los elementos doctrinarios que en el pasado guiaban el accionar de los partidos políticos han hecho crisis, y que ahora un rudo y desalmado pragmatismo es lo que rige la práctica y orientación de estas organizaciones.
Sin duda, este juicio constituye una capitulación de cierta clase política ante la incapacidad de originar y plantear una utopía poderosa y creíble que energice y mueva a las grandes masas haciéndola capaz de producir hechos que conduzcan a autenticas transformaciones de la sociedad.
Detrás de la historia de los grandes cambios políticos y sociales que ha producido la humanidad ha habido siempre una gran idea, una utopía tan inmensa como el tamaño de los acontecimientos que genera. La doctrina o creencia en la trascendencia divina condujo a los cristianos al martirio y la autoflagelación durante casi cuatro siglos. Las luchas de los mahometanos por imponerse en el mundo, no hubieran sido posible sin la inspiración y motivación que provocaba aquel conjunto ideológico que fundamentó el islamismo.
¿Cómo justificar la Revolución Francesa sin la doctrina de derechos y libertades civiles que la acompañaron? ¿Qué hubiera sido de la guerra de independencia en Norteamérica sin la pasión que desencadenó la idea de ser un país libre? El sacrificio de Duarte y los Trinitarios tampoco hubiera inspirado a nadie sin las doctrinas libertarias que levantaron como banderas, en una lucha desigual en contra del invasor haitiano.
La creencia en una ideología, a contraparte, ha impulsado también a algunos hombres a cometer grandes barbaries contra la humanidad como las que protagonizó Adolfo Hitler, con sus ideas social-nacionalistas, las que sirvieron de fundamento a acciones genocidas, y luego al holocausto nazi contra los judíos, amparado en la doctrina que promovía el antisemitismo y la superioridad de una supuesta raza, llamada aria. Igualmente, ha sido el producto de creencias ideológicas nacionalistas la masacre de Ruanda, que llevó casi al exterminio a los miembros de las tribus tusi, en beneficio de otra tribu que se consideraba la llamada a dirigir los destinos de esa nación. Durante más de 200 años se justificó la existencia del apartheid en Sudáfrica por la creencia en una ideología que hablaba sobre superioridad de los blancos sobre la mayoría negra.
Indudablemente, las ideologías y creencias son motores fundamentales que mueven al ser humano hacia su salvación o hacia su destrucción. En América Latina surgieron movimientos claramente inspirados en ideas y doctrinas políticas. La Revolución Cubana fue producto del sueño de un grupo de jóvenes que amparados en la utopía de una revolución socialista arriesgaron sus vidas y se instalaron en Sierra Maestra para desde allí derrocar al régimen de Fulgencio Batista.
Muchos regímenes tiránicos inspiraron a jóvenes a formar movimientos y partidos políticos fundamentados en ideas libertarias y en el sueño que inspiraba la democracia como marco ideológico. Juan Bosch, por ejemplo, fundó el PRD para derrocar la tiranía de Trujillo, pero guiado al mismo tiempo por un esquema ideológico democrático y humanista. El Che Guevara, emulando a Simón Bolívar, se lanzó, por puro idealismo político, a realizar la ciclópea tarea de liberar a los pueblos latinoamericanos de sus dictadores inmolándose en las montañas de Bolivia en 1967. Manolo Tavares Justo también se fue a las montañas y se inmoló persiguiendo un sueño libertario.
Lo mismo podemos decir del Padre Camilo Torres en Colombia, de los jóvenes que fundaron el Frente de Liberación Sandinista, de los que fundaron el Frente Farabundo Martí; de José Mujica, fundador del movimiento guerrillero Los Tupamaros, quien por las vueltas que da el destino, se integró luego a la política formal y hoy es el presidente de Uruguay. Son muchos más los casos que pueden ejemplificar la política como práctica ideológica y doctrinaria.
En República Dominicana, el PLD fue el último intento de fundar un partido basado en la promoción de una teoría político-ideológica que trascendiera el pragmatismo. El concepto de Liberación Nacional inspiró a cientos y luego a miles de jóvenes a incorporarse en esa organización con la única motivación de luchar para producir un cambio transformador en las estructuras políticas y sociales del país. No hubo interés pragmático ni material que motivara a seguir el camino que le trazaba Juan Bosch. Era el más puro idealismo político, un sueño indescifrable que nos hipnotizaba a todos.
Hoy, sin embargo, todo eso ha cambiado. La impotencia de los partidos políticos de generar una utopía que se considere creíble, es evidente. Ahora lo que se impone es el Marketing y sus técnicas de persuasión, a través del cual tratamos de llenar las lagunas que ha dejado la falta de una utopía. Nuestras sociedades modernas se empoderan, mediante el marketing y la publicidad, de cualquier pensamiento, por vago o simplista que sea, para convertirlo en un generador de adhesión y movilización. Sin una ideología política que lo guíe e inspire, el pueblo ahora es la víctima de un nuevo tipo de utopía basado en el clientelismo, el pragmatismo desalmado y la demagogia.
Este nuevo paradigma del accionar político se alimenta de la ignorancia y la manipulación mediática, haciéndose capaz de impregnar en la conciencia social cualquier tipo de vacuidad o sin razón política, para movilizar a las masas y ponerlas a disposición de intereses que en la mayoría de los casos están muy ajenos al interés colectivo. La ausencia de una utopía creíble y legítima ha alejado la lucha de los partidos de los principios y valores universales, concentrándose ahora en la instrumentalización de la voluntad popular mediante mecanismos espúreos y superficiales.
La fotografía del candidato, con una sonrisa amplia y fingida, ha venido a sustituir todo el arsenal ideológico en que se inspiraban los pueblos en el pasado reciente. El dinero ahora es el arma para ganar o doblegar voluntades. Las fundas de comidas que se reparten y el asistencialismo degradante son poderosas artillerías que avasallan conciencias. Lo mismo se puede decir de la manipulación publicitaria, las caravanas ruidosas, los carnavales y muchas tácticas y estrategias que acompañan esta caricatura.
¿Podrá el VIII Congreso del PLD, el cual lleva el nombre del Comandante Norge Botello, ponerle el cascabel al gato y reinventar una nueva forma de hacer política en la República Dominicana?
La juventud espera por una utopía que encienda de nuevo la inspiración perdida.
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La globalizacion tambien producira sus ideologias y utopias. Tenemos que esperar. Por el momento el unico producto ideologico de la globalizacion son las protestas confusas de jovenes de redes sociales sin liderazgo.
ResponderBorrar¡El Dominicano!
ResponderBorrarVistes pantalón azul
La camisa se nota bien roja
La corbata y zapato blanco
Con el sombrero tricolor.
¡El Dominicano!
El del campo atrasado
Ese analfabeto
Con lavado tradicional
Rodeado de gentes internacional
Estriega las ropas con hojas
Para que no se acabe el jabón
¡Preso por la guardia de Món!
¡El Dominicano!
El de la Ciudad
El que trabaja en la Sociedad
Sábado amanece con dinero
Domingo gasta el barrilito
Mujeres los dejan con deuda amarilla.
¡El sinvergüenza coge su yola!
¡El serio sigue rompiendo brazo!
¡El que pierde la mente se tira del puente!
¡El Dominicano!
El político pobre y miserable
El que se come un cable
El que suda hasta la bolsa para subir su candidato
El que ruega a Dios
El que desea que tranquen los gatos.
¡Solo lo salva la Ley de Partidos!
Autor: Juan Eulogio Bautista Brazobán.