lunes, 23 de septiembre de 2013



Los huesos de Juan Bosch
José Tomás Pérez
Esta no es una biografía de Juan Bosch, pues sería imposible concentrar su vida en los párrafos de un artículo. Pudiésemos llamarle reclamo, tal vez un llamado de atención, quizá una simple sugerencia.
Euclides Gutiérrez, enciclopedia humana y oráculo del boschismo, ha repetido en diferentes escenarios que Juan Bosch es el intelectual y político dominicano más importante del siglo XX. Y así lo creo yo, sin sonrojarme, sin pedir perdón y sin pecar de apasionamiento.
Teniendo apenas 25 años de edad fue encarcelado por Trujillo. Sus ideas avanzadas ya no cabían en una República que empezaba a transformarse en la finca personal de un hombre, cuya cabeza daba muestras tempranas de estar enferma. A los 29 años,  ese joven brillante y talentoso,  no aguantó más y se auto exilió en Puerto Rico, no sin antes haber escrito La Mañosa, una novela con la que dejaba impresa para siempre su visión de las cosas y del mundo.
A Juan Bosch, el expresidente, el fundador de los dos partidos más importantes de la República Dominicana, lo conoció el  país y el mundo. Fue un conspirador impenitente que ya a los 30 años había fundado el Partido Revolucionario Dominicano, para luchar contra la tiranía de Trujillo. Fue un patriota cuya participación en la frustrada expedición de Cayo Confites demostró que no solo escribía bien, si no que estaba dispuesto a tomar las armas.
Durante  la dictadura, fue ese clavo en el zapato con que Trujillo tenía que caminar.  Y  tal como lo retrató, con su prosa limpia y llana, Miguel Franjul, en su libro “Bosch, 90 días de clandestinidad”, el maestro se la jugaba y sabía jugar con el peligro cuando de la defensa de su patria se trataba.
En noviembre de 1962 llegó al país, luego de 23 años de ostracismo y el 27 de febrero de 1963, se juramentó como el primer presidente elegido democráticamente en la República Dominicana.
Su régimen dio cátedra de democracia y buen gobierno. Pero solo duro siete meses, porque un grupo de insaciables seres, imbuidos de los más oscuros sentimientos y apoyados por una oligarquía rancia, entendieron que no era aceptabe ni satisfactorio  un presidente que gobernara para el pueblo.
La Guerra de Abril, con sus más de 3000 muertos, fue la inevitable consecuencia de esa aborrecible traición. Una gesta revolucionaria que elevó hasta las estrellas la figura histórica de Juan Bosch y que aún se mantiene como símbolo de la bravura de un pueblo insubordinable.
El intelectual que fue Juan Bosch no tiene precedentes en este país.  Después de años recopilando textos, reeditando libros, organizando artículos y ensayos, transcribiendo discursos y conferencias, al fin, el Dr. Piña Contreras pudo darnos una idea de lo que fue la obra ciclópea del Profesor. 40 tomos y más de 24 mil páginas. Escrituras de los más variados contenidos. Historia, literatura, política, filosofía, religión, biografías, sociología, lingüística. Esa fue la obra de Juan Bosch.
Comenzando este artículo anticipamos que esto no era biografía, sino más bien un reclamo. Lo que hemos escrito es para que nadie lo olvide.
El 30 de junio del 2013 se cumplen 104 años del nacimiento de Juan Bosch.  Sus huesos ya no caben en La Vega. Necesitan una tumba universal. Un lugar para dormir la eternidad que le toca. El Panteón Nacional.
Reclamamos que uno de los 36 espacios que quedan disponibles para nuestros futuros próceres se convierta en el albergue de este gigante.
Juan Bosch tiene que estar con Gregorio Luperón y Gaspar Polanco;  con Eugenio María de Hostos y  José Gabriel García; con Ulises Francisco Espaillat, con Salomé Ureña, con Benito Monción,  con José Núnez de Cáceres y Francisco Gregorio Billini. Juan Bosch tiene que estar con los grandes hombres y mujeres de la Patria.
Le damos la palabra a nuestros congresistas. Unos son hijos de Juan Bosch, otros no. Pero todos tienen la voluntad y el poder de levantar la mano.
Ojalá esa sea la última palabra.

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