La teoría de las ventanas rotas
Cuando el profesor de la Universidad de Harvard, James Wilson, postulo la teoría de las ventanas rotas, nadie podia imaginar que años después, este ejercicio de ideas se convertiría en el marco conceptual de uno de los programas más exitosos en materia de seguridad ciudadana y control social.
Las décadas de los 80 y 90 fueron para Nueva York un escenario de violencia e inseguridad en todas sus manifestaciones. La combinación de drogas, delincuencia juvenil y corrupción policial le dejaba a esa ciudad un saldo diario de 6 asesinatos, 8 violaciones y 410 delitos violentos.
Con la aplicación de la política “Tolerancia Cero” a partir de 1994, el alcalde Rudolph Guilliani pudo reducir la criminalidad en un 77%, en 10 años. Una fuerza de 37 mil hombres, organizados en comisarias descentralizadas, se encargó de sacar a los delicuentes de las calles, generando un tipo de organización que permitió al policía establecer un vínculo de colaboración y afectos con el vecindario, que luego devino en el factor clave en el proceso de adecentamiento del ambiente de convivencia social.
El énfasis se puso en la prevención del crimen y en la creación de un ambiente favorable al respeto a las leyes, permitiendo romper el clima de inseguridad y desorden que prevalecía en la ciudad de Nueva York en aquel entonces.
La teoría de las ventanas rotas apuntaba a ese objetivo. James Wilson expuso la idea de que “si en un edificio abandonado hay una ventana rota y no es arreglada rápidamente, los vecinos más temerarios apedrearán el resto de las ventanas y eventualmente terminarán desmantelando y destruyendo la propiedad entera”. Fue el estudio de esta tendencia del comportamiento humano lo que llevó a plantear como premisa conceptual, dentro del plan de Guilliani, que para rescatar a una comunidad del desorden y la inseguridad, no bastaba con atacar a los delincuentes, sino que era necesario prevenir y perseguir tanto las contravenciones graves como los delitos menores (pintar graffiti en las paredes, beber alcohol en las calles, violar las señales de tránsito, etc.). Son todas esas pequeñas infracciones las que juntas van generando, según Wilson, el clima de descomposión social que sirve luego de caldo de cultivo a la criminalidad.
En República Dominicana se viene luchando desde hace años contra el flagelo de la violencia y el crimen, sin que se observen resultados tangibles y satisfactorios. El número de querellas sigue creciendo. Según estadísticas policiales, en el 2012 la cantidad de querellas interpuestas en los cuarteles y fiscalías barriales por ciudadadanos víctimas de la delincuencia fue de 28,473, lo que representó un aumento de 60% en relación al 2011 (13,411 querellas). El número de policías muertos en el 2012 fue de 85 contra 73 en el 2011.
Un estudio reciente del BID realizado para Latinoamérica, encontró que el nivel de ingreso per cápita no se relaciona de manera significativa con las tasas nacionales de criminalidad y que no necesariamente una mayor pobreza se corresponde con un mayor índice de delicuencia. Y eso parece ser cierto en el caso de República Dominicana, que hace 40 años era mucho más pobre que hoy, pero también mucho más pacífica y tranquila.
El plan de seguridad ciudadana presentado por el Gobierno recientemente, contiene los elementos básicos para combatir con efectividad la violencia y la criminalidad y tendrá, sin dudas, muchos de los efectos a que aspiramos para cambiar el clima social y generar una percepción diferente del orden y el cumplimiento de las leyes que se vive en las ciudades y barrios del país, lo que, en definitiva, pudiera devenir en un instrumento eficaz y sostenible en el tiempo. Pero no es todo.
La teoría de las ventanas rotas, primoldialmente, apunta al cambio de percepción del clima social mediante la reducción del número de delitos activando factores disuasivos relacionados con la vigilancia policial, la eficiencia de la justicia y las sanciones estrictas tanto a las infracciones grandes como a las pequeñas. Se trata de crear percepción de orden, de control del ambiente, de seguridad personal de cada miembro de la comunidad y, sobre todo, de impunidad cero para los infractores.
Un agente de la Amet que se hace de la vista gorda frente a la violación de la luz roja del semáforo, el motoconchista que se pasea con 3, 4 ó 5 personas en una motocicleta, sin casco protector, av eces con niños detrás, el ciudadano que tira la basura de su casa a la calle, el colmadón con una música que hiere los oídos, el vecino que no se preocupa porque en su propio patio se establezcan puntos de drogas, el policía corrupto que lo apaña, el delincuente que entra y sale de la cárcel como si fuera en su casa, el desorden generalizado que hay en las calles, los niños pidiendo al amparo de sus propios padres, las aceras destruidas y llenas de basura amontonada, la falta de limpieza de la ciudad.
Todos esos son los factores que se convierten en caldo de cultivo para el delito y la criminalidad y que, poco a poco, van generando un clima de indiferencia y anomia propio de una sociedad permisiva, donde cualquiera que le dé gana, puede salir a las calles a romper ventanas, no importan que sean del vecino o propias.
Si nos conformamos con la idea de combatir la delicuencia ubicando un policía en cada esquina e imponiendo sistemas de vigilancias sofisticados y no apuntamos a la aniquilación de ese factor de anomia moral y social, característico de nuestra sociedad, a la reforma de ese código procesal penal permisivo y complaciente con la reincidencia, al policía mal pagado y que no se vincula ni genera compromiso con la comunidad.
Si nos atenemos sólo a las buenas intenciones y seguimos repitiendo las mismas fórmulas para solucionar el problema de la delincuencia y la criminalidad que se vive en nuestro país, podemos predecir sin mucho esfuerzo que el plan de seguridad ciudadana anunciado por el Gobierno quedará, como otros planes, sumergido en las letras muertas de un pasado que nunca será el ejemplo de ese futuro al que aspiramos todos.
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La teoría de las ventanas rotas
ResponderBorrarJosé Tomás Pérez, Cuando el profesor de la Universidad de Harvard, James Wilson, postulo la teoría de las ventanas rotas, nadie podía imaginar que años después, este ejercicio de ideas se convertiría en el marco conceptual de uno de los programas más exitosos en materia de seguridad ciudadana y control social. En República Dominicana se viene luchando desde hace años contra el flagelo de la violencia y el crimen, sin que se observen resultados tangibles y satisfactorios. El número de querellas sigue creciendo. Según estadísticas policiales, en el 2012 la cantidad de querellas interpuestas en los cuarteles y fiscalías barriales por ciudadadanos víctimas de la delincuencia fue de 28,473, lo que representó un aumento de 60% en relación al 2011 (13,411 querellas). El número de policías muertos en el 2012 fue de 85 contra 73 en el 2011.El plan de seguridad ciudadana presentado por el Gobierno recientemente, contiene los elementos básicos para combatir con efectividad la violencia y la criminalidad y tendrá, sin dudas, muchos de los efectos a que aspiramos para cambiar el clima social y generar una percepción diferente del orden y el cumplimiento de las leyes que se vive en las ciudades y barrios del país, lo que, en definitiva, pudiera devenir en un instrumento eficaz y sostenible en el tiempo. Pero no es todo. La teoría de las ventanas rotas, primoldialmente, apunta al cambio de percepción del clima social mediante la reducción del número de delitos activando factores disuasivos relacionados con la vigilancia policial, la eficiencia de la justicia y las sanciones estrictas tanto a las infracciones grandes como a las pequeñas. Se trata de crear percepción de orden, de control del ambiente, de seguridad personal de cada miembro de la comunidad y, sobre todo, de impunidad cero para los infractores. El Lic. José Tomás Pérez, argumenta que no debemos ser metafísico ante la problemática de la delincuencia en la sociedad dominicana; porque es dañino ser unilateral cuando hay un problema que nos arropa a todos, no debemos ser subjetivo cuando conocemos el delincuente, pero tampoco superficial y dejar que todo marche normal sin tomar medida objetiva que frene ese mal. nosotros somos los afectados y debemos tener un espacio para poner freno definitivo, que podamos decir con jubilo de triunfo: Dios, Patria, y Libertad, República Dominicana.
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ResponderBorrarLa teoría de las ventanas rotas
ResponderBorrar¿Qué está observando Sr.? Estoy preocupado, ¡esto tiene color amarillo y se está poniendo amarillento! ¿Qué está viendo Sra.? Estoy estupefacta, ¡esto está verde y se pone verdoso! ¿Qué está mirando Joven? Estoy sorprendido, ¡esto está negro y se está poniendo oscuro! ¿Qué está grabando niño? Estoy avergonzado, ¡Esto es rojo y se pone colorado! ¿Qué está revelando niña? Me siento traicionada, ¡Esto está blanco y se está poniendo muy puro! ¿Qué está denunciando abuelo? Me siento burlado, ¡Esto esta gris, y se está poniendo muy claro! ¿Qué está reportando abuela? Estoy angustiada, ¡esto es azul, y se pone azulito! Esto no es chistes, los actos delictivos son tantos que le estamos poniendo colores. En todo el mundo tenemos las ventanas rotas para observar, ver, mirar, gravar, revelar, denunciar, y reportar todo el acontecer del día a día. Todo es preocupación, gentes estupefactas, sorprendidos, hechos a vergonzosos, traición, personas burladas, y sobre todo: números significativos de personas angustiadas. José Tomás Pérez escribe en su blogspot.com “La teoría de las ventanas rotas”. Cuando el profesor de la Universidad de Harvard, James Wilson, postulo la teoría de las ventanas rotas, nadie podía imaginar que años después, este ejercicio de ideas se convertiría en el marco conceptual de uno de los programas más exitosos en materia de seguridad ciudadana y control social. Un estudio reciente del BID realizado para Latinoamérica, encontró que el nivel de ingreso per cápita no se relaciona de manera significativa con las tasas nacionales de criminalidad y que no necesariamente una mayor pobreza se corresponde con un mayor índice de delincuencia. Y eso parece ser cierto en el caso de República Dominicana, que hace 40 años era mucho más pobre que hoy, pero también mucho más pacífica y tranquila. El plan de seguridad ciudadana presentado por el Gobierno recientemente, contiene los elementos básicos para combatir con efectividad la violencia y la criminalidad y tendrá, sin dudas, muchos de los efectos a que aspiramos para cambiar el clima social y generar una percepción diferente del orden y el cumplimiento de las leyes que se vive en las ciudades y barrios del país, lo que, en definitiva, pudiera devenir en un instrumento eficaz y sostenible en el tiempo. Pero no es todo. La teoría de las ventanas rotas, primordialmente, apunta al cambio de percepción del clima social mediante la reducción del número de delitos activando factores disuasivos relacionados con la vigilancia policial, la eficiencia de la justicia y las sanciones estrictas tanto a las infracciones grandes como a las pequeñas. Se trata de crear percepción de orden, de control del ambiente, de seguridad personal de cada miembro de la comunidad y, sobre todo, de impunidad cero para los infractores.
La Ventana Rota en República Dominicana.
ResponderBorrarUn dos tres pisa colé
Te vi, mírate ahí, sal de ahí Telexfree
Un dos tres pisa colé
¡Mira a Juan!
Juan no, ¨John¨ ¡Telexfree cambió mi Nombre!
Un dos tres pisa colé
¨Johanna¨ ¡te estoy viendo detrás de tu casa! Mi casa no, ¨My hause¨.
¿Cuál es el misterio? ¡Misterio! Dólar ¡muuuuucho dólares!
¡Radio Guarachita! ¡Quiere decir que un peso vale más que un dólar!
¡Usted lo dice y no lo cree! ¡Yo invertí cien pesos y ahora recibí un cheque de diez mil dólares!
¡La voz del Trópico! Si eso es cierto hipoteco mi vehículo.
¡Hágalo que es tan cierto que por mi casa hipotecada estoy recibiendo más dólares que un barrilito!
¡Radio Mil Informando! Eso lo voy a difundir en el mundo entero.
¡No lo diga gratis, invierta cinco mil pesos que por las gentes afiliadas recibe dólares!
Noti tiempo:
Telexfree es una Ventana Rota en República Dominicana.
¡Dios mío!
¿Escuchó esa noticias? Anda rápido y llama a ¨Juana¨ para que se lo diga a ¨John¨.
Dice Juana que Juan tiene dos semanas que dejó una carta diciendo que cuiden de sus hijos porque si el aparece es posible que lo encuentren muerto, el quedó endeudado por más de un millón.
¡El Pipo! Johanna ¿Qué pasó con tu my house? Hay Dios mío, no me mencione eso; estoy cansada de escuchar ese perro. ¡Comadre, si lo dejaste sin casa cuídese que el feminicidio está de moda en este país y usted puede ser una más!
¡Fray Antonio de Montesino!
¡Vean al procurador por la Ventana Rota! ¿Qué dicen los diputados? Lo que dice Telexfree.
¡Que! ¡Coño! ¨Te me fui¨.
Autor: Juan Eulogio Bautista Brazobán