viernes, 27 de septiembre de 2013


Se compra tierra baldía
José Tomás Pérez
Hace unos años, fuimos invitados a visitar Israel y conocer allí algunas de las maravillas que ese laborioso pueblo había desarrollado durante su breve historia como nación, es así como transitando por una autopista en medio de un desierto lleno de piedras volcánicas, nos encontramos con un ejemplo de lo ya descrito, se trataba de una plantación de guineos, como diríamos aquí, una pequeña finca. Racimos gigantes, guineos verdes y saludables.
Ese gran fruto estaba cubierto por una gran malla negra y transparente, debajo de ésta estaba concentrado el cúmulo de conocimientos y tecnología más formidable inventado por el hombre en toda la historia de la agricultura, es que la necesidad ha puesto a los israelitas a sembrar y cultivar hasta en las piedras.
Basado en esa experiencia de Israel y otros países, uno se pregunta, entonces, ¿qué ha pasado en República Dominicana, que teniendo uno de los terrenos más fértiles del Caribe es poseedor a la vez, de un proceso de explotación agrícola primitivo y deficiente? Porque hay tanta tierra baldía en un país donde la mayoría de las personas no tiene y desea con ansias un pedacito para cultivar, sobre todo los que viven en la zona rural.
Desde que se promulgaron las primeras leyes agrarias en 1962 y que luego fueron ampliadas siendo presidente Joaquín Balaguer en 1972, las autoridades agrícolas locales han ido de tumbo en tumbo y de error en error. Para nadie es un secreto que esa legislación se formuló, como una herramienta de contrainsurgencia en el campo y no como un instrumento de desarrollo económico y social de nuestro campesino.
 Recordemos que eran los tiempos de las guerrillas insurgentes de una parte y de la Alianza para el Progreso, de la otra. La incorporación de campesinos a las acciones guerrilleras en diferentes países de América Latina, obligó, en ese entonces, a los gobiernos y a sus asesores estadounidenses a levantar la reforma agraria como bandera intentando ocultar su verdadero propósito de la contrainsurgencia.
Pero, como dice el refrán, no hay nada malo que no tenga sus cosas buenas. Esos movimientos agrarios reformistas iniciaron con la repartición de las tierras de Trujillo y sus secuaces y, en 1972, con las acciones de expropiación a algunos grandes latifundistas, especialmente en el norte del país, siendo así el 14 de Marzo de ese año mediante la ley 282, se declaran de interés nacional todas las tierras baldías, iniciándose con ella el proceso de reforma agraria, el cual, a pesar de sus limitaciones, produjo una importante recomposición de régimen de tenencia de la tierra.
En la actualidad, la reforma agraria representa el 24% de la tierra cultivable de República Dominicana. Son más de 10 millones de tareas, que se reparten entre 21,752 familias campesinas. Recientemente IAD, en un informe oficial, fija en 118,000 el número de parceleros, la mayoría con pequeñas porciones de 30 tareas cada una de los cuales el 45% no tiene títulos.
La amenaza más grande que se cierne sobre la humanidad en estos tiempos no es el terrorismo ni la guerra, sino la posibilidad cierta de que los alimentos que producimos no alcancen para alimentar a la creciente población que ya anda cerca de los 7 mil millones, República Dominicana no escapa de esa realidad. Pero seguimos trabajando nuestra agricultura exactamente igual a como se hacía bajo el régimen conuquero los siglos XVIII, XIX y XX.
Permanentemente se habla de competitividad, pero no se dan pasos definitivos hacia la titulación de las tierras y la consecuente organización de los parceleros bajo un esquema de producción en clusters. El hecho de que casi la mitad de los parceleros carezcan títulos de propiedad conspira contra la seguridad jurídica de ellos y lo inhabilita para ser parte del nuevo escenario que tiene que devenir en una agricultura que haga uso de las modernas tecnologías y que trascienda el objetivo de producir para comer y se proyecte como una actividad comercial con capacidad exportadora.
Hablamos con frecuencia de la falta de crédito, pero seguimos pensando al Banco Agrícola en un concepto tradicional, estamos obligados a repensar la función de esa entidad como una institución proveedora de garantías a los pequeños y medianos agricultores. Su conversión en un banco de 2do piso es la respuesta más creíble para la democratización del crédito y el acceso de nuestros parceleros a la banca comercial.
Nos quejamos de que no hay tierra para sembrar, pero no nos alarma, ni nos llama la atención, la cantidad de parcelas de la reforma agraria sin uso y las grandes porciones de tierras que se encuentran baldías en las provincias de Monte Plata, Hato Mayor, El Seibo, en los litorales del sur y en parte importante de la línea noreste.
Está claro que hay que volver al campo, pero con las herramientas que nos proporcionan los conocimientos y las nuevas tecnologías de producción. En los últimos años hemos visto crecer el número de invernaderos en 5 millones de metros cuadrados. Para el 2012 la exportaciones de vegetales ascendieron a 104 millones de libras, unos 73.6 millones de dólares. Solo en el mercado local se vendieron alrededor de 680 millones de pesos por ese concepto.
Con la introducción de los invernaderos la producción de ese rubro se incremento de manera superlativa en 7 años, pasando de 4 millones de libras en el 2004 a 104 millones en el 2012.
Gracias a las técnicas de producción en ambientes controlados, un grupo de monjitas de Vallejuelo dan el ejemplo y han podido sembrar papas y vegetales en medio de un pedregal, fue eso lo que enseñaron los israelitas hace muchos años cuando descubrieron la siembra por goteo y la producción en ambientes controlados. Con todo este acerbo de conocimientos a disposición solo falta voluntad para seguir.
La tarea de reconvertir nuestra agricultura y socializar el empleo de avanzadas técnicas de producción lleva tiempo y dinero. Pero ese es el reto de las actuales generaciones y de las que vendrán. Que la existencia de tierras ociosas quede sepultada de una vez y para siempre, que se pueda sembrar en cualquier terreno, por árido que sea. Que estimulemos y apoyemos a los campesinos para poner en producción sus parcelas. Que sigamos desarrollando iniciativas como la de Merca Santo Domingo. Que convirtamos el sistema de siembra en ambientes controlados en lo común y no en la excepción.
Esa es la meta impostergable de una nación que tiene vocación para el trabajo y gobernantes y ciudadanos que estén dispuestos apostar por su futuro.

2 comentarios:

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  2. Se compra tierra baldía
    José Tomás Pérez. Hace unos años, fuimos invitados a visitar Israel y conocer allí algunas de las maravillas que ese laborioso pueblo había desarrollado durante su breve historia como nación, es así como transitando por una autopista en medio de un desierto lleno de piedras volcánicas, nos encontramos con un ejemplo de lo ya descrito, se trataba de una plantación de guineos, como diríamos aquí, una pequeña finca. Racimos gigantes, guineos verdes y saludables.Ese gran fruto estaba cubierto por una gran malla negra y transparente, debajo de ésta estaba concentrado el cúmulo de conocimientos y tecnología más formidable inventado por el hombre en toda la historia de la agricultura, es que la necesidad ha puesto a los israelitas a sembrar y cultivar hasta en las piedras. Basado en esa experiencia de Israel y otros países, uno se pregunta, entonces, ¿qué ha pasado en República Dominicana, que teniendo uno de los terrenos más fértiles del Caribe es poseedor a la vez, de un proceso de explotación agrícola primitivo y deficiente? Porque hay tanta tierra baldía en un país donde la mayoría de las personas no tiene y desea con ansias un pedacito para cultivar, sobre todo los que viven en la zona rural. La amenaza más grande que se cierne sobre la humanidad en estos tiempos no es el terrorismo ni la guerra, sino la posibilidad cierta de que los alimentos que producimos no alcancen para alimentar a la creciente población que ya anda cerca de los 7 mil millones, República Dominicana no escapa de esa realidad. Pero seguimos trabajando nuestra agricultura exactamente igual a como se hacía bajo el régimen conuquero los siglos XVIII, XIX y XX.Hablamos con frecuencia de la falta de crédito, pero seguimos pensando al Banco Agrícola en un concepto tradicional, estamos obligados a repensar la función de esa entidad como una institución proveedora de garantías a los pequeños y medianos agricultores. Su conversión en un banco de 2do piso es la respuesta más creíble para la democratización del crédito y el acceso de nuestros parceleros a la banca comercial. Nos quejamos de que no hay tierra para sembrar, pero no nos alarma, ni nos llama la atención, la cantidad de parcelas de la reforma agraria sin uso y las grandes porciones de tierras que se encuentran baldías en las provincias de Monte Plata, Hato Mayor, El Seibo, en los litorales del sur y en parte importante de la línea noreste. La tarea de reconvertir nuestra agricultura y socializar el empleo de avanzadas técnicas de producción lleva tiempo y dinero. Pero ese es el reto de las actuales generaciones y de las que vendrán. Que la existencia de tierras ociosas quede sepultada de una vez y para siempre, que se pueda sembrar en cualquier terreno, por árido que sea. Que estimulemos y apoyemos a los campesinos para poner en producción sus parcelas. Que sigamos desarrollando iniciativas como la de Merca Santo Domingo. Que convirtamos el sistema de siembra en ambientes controlados en lo común y no en la excepción.Esa es la meta impostergable de una nación que tiene vocación para el trabajo y gobernantes y ciudadanos que estén dispuestos apostar por su futuro. Cuando observamos al Lic.José Tomás Pérez, hacer este tipo de planteamiento, nos llena de orgullo y confianza de que el PLD presenta visión clara de lo que necesita el campesino para garantizar los alimentos que necesitamos para nuestra subsistencia de hoy y para el futuro. Poner ejemplo de los adelantos basado en esa experiencia de Israel, de conocimientos y tecnología más formidable inventado por el hombre en toda la historia de la agricultura, destacar que no se dan pasos definitivos hacia la titulación de las tierras y la consecuente organización de los parceleros bajo un esquema de producción en clusters, entre otros argumentos significativos para mejorar la calidad de vida del campo y la sociedad dominicana. Cabe decir que necesitamos ver al Lic. José Tomás Pérez al igual que el Lic. Danilo Medina, encabezando un gobierno por el PLD, para continuar servir al pueblo dominicano.

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